MUTANTES
¿Mejor otro siglo? ¿Otro proyecto de padres? ¿Otra cosecha de hijos? ¡Quién sabe! De ser cierta la tesis que señala a la nueva generación de adolescentes como mucho más inteligente que las anteriores, estamos realmente perdidos. ¿Se imaginan ustedes batallando contra una nueva (y más potente) variedad de adolescentes? Esta es la tesis que defiende en sus últimos artículos el sociólogo Vicente Verdú, tesis reforzada, además, por análisis y estudios científicos. Adolescentes más inteligentes, sí, gracias a un entorno diverso, gratificante y completo, gracias a los videojuegos y a las tecnologías audiovisuales; más inteligentes porque ya no leen (como hacían los idiotas de sus padres) o porque, en lugar de perder el tiempo leyendo, construyen su destino en un universo de conocimientos y experiencias extensivas, es decir, desde el corazón mismo de una explosión de efectos especiales. Al parecer, hay un lugar en su cerebro que procesa las imágenes con una fuerza desconocida por nuestros viejos cerebros. Y esto, claro está, en un mundo de imágenes, es jugar con mucha ventaja. Verdú no duda en afirmar que estamos ante una mutación cultural, irreversible, y yo no dejo de pensar en ello imaginando que mis hijos, pasado un tiempo, acabarán por parecerse a los terribles mutantes de la Marvel.
Los aspirantes a mutantes tienen en casa su espacio propio, delimitado, y desde él nos observan con una sonrisa cínica y amenazante. ¿Han experimentado ustedes, en sus propias carnes, la sonrisa cínica de un adolescente? Cinco minutos de conversación con la psicóloga Alejandra Vallejo-Nágera, en su caseta de la Feria del Libro, no bastan para hacer frente, y contrarrestar, tanta malicia; ni tan siquiera la lectura apasionada de todos y cada uno de sus libros. Mientras el mutante reina sobre su esfera circular con una mezcla de orgullo y repugnancia, los padres querríamos huir y refugiarnos en la seguridad de la clausura madre, en la burbuja circular originaria. Con esta perspectiva, ¿cómo hacer con ellos planes de educación, domesticación, protección o futuro? ¿No deberíamos negarles (sobre todo por nuestro propio bien, por nuestra propia supervivencia) todo acceso a máquina o artilugio de redes y obsequiarles, de paso, con una adolescencia a prueba de bytes y flashes inteligentes? Habría que tratarles, me temo, como trataron sus padres al pintor norteamericano James Rosenquist: “Mis padres –declaró James en una reciente entrevista- siempre me estimularon a la aventura y a buscar mi independencia. De niño vivía sin electricidad ni agua corriente, y debía inventar mis propios juegos y entretenimientos. Supongo que ese estímulo a la imaginación influyó mucho en mi trabajo posterior”.
A mí me gusta imaginar que, si no más inteligentes, mis hijos serían así mucho más felices. Además, cabe suponer, se acabarían pareciendo en algo a sus ridículos y desdichados padres. “A los 16 años –concluye Rosenquist- yo conducía tractores y fumaba puros. Sin duda, los tiempos han cambiado mucho”.
4 comentarios
pini -
en el medio, intento satisfacer el deseo antes de que éste aparezca, y sólo se obtiene una mirada de: y qué?
así estamos boss, mientras te escribo y me viene el correo por destinatario desconocido.
y yo le digo: pero si es mi jefe, y él me contesta: hasta los jefes mutan de destino.
un abrazo.
Magda -
No se hasta cuando México podrá ir quitando tantas cosas que son necesarias quitar...
Por aquí siempre pasaré, es para mi un placer hacerlo, lo hago siempre con mucho cariño.
Enrique -
Magda -